Mandala es una palabra sánscrita que significa "círculo mágico".
Espiritualmente, está considerado como un centro de energía, equilibrio y purificación que nos ayuda a calmar la mente sintiéndolo en el cuerpo.
Son dibujos enmarcados en una circunferencia que suelen tener varios niveles y nos transportan a otra dimensión cuando les ponemos color.
En diversas culturas se utilizan para la meditación, pues nos aportan información de nuestro estado en el momento de pintarlos.
Cada forma, cada color y cada tonalidad nos indica algo. Para ello, es importante que antes de pintar un mandala reflexionemos sobre cómo nos sentimos y repetirlo al final. Es recomendable apuntar por detrás la fecha y tres adjetivos que describan nuestras emociones tanto al inicio como al terminar, dedicando unos minutos a sentir nuestra respiración.
Se puede pintar desde fuera hacia dentro y se hará para conectar con el subconsciente, con nuestro interior y buscar el centro equilibrado de un mismo. Cuando se pretenda exteriorizar emociones y sacar lo que llevamos dentro, será mejor empezar desde el punto central del dibujo hasta el borde.
En caso de detectar que nos estamos saliendo de las líneas marcadas mientras coloreamos, podemos considerar que es el ego quien actua porque hemos permitido quedarnos en algún pensamiento y debemos volver al presente, a lo que estamos haciendo y concentrarnos en ello.