El beso de Gustav Klimt
Es la mejor representación de amor que nadie ha plasmado en un lienzo. De ahí que todas las mujeres que pasaron por la vida de Klimt quisiera razonar e insistieran en que se trataba de ellas, cada una desde sus argumentos. Lógico. Los cuadrados indican la masculinidad y se agrupan en el lado otorgado al hombre, que supuestamente es el propio pintor. Separados por una fina, pero marcada línea, se entrelazan los círculos y reflejan la indiscutible proporción femenina de las curvas, de una manera tan precisa que ralla la perfección. Para mí, la alcanza. Es la máxima expresión del amor del que brotan las flores, que parecen crecer gracias a la pasión que se profesan los protagonistas.